El potencial interior: la búsqueda del propósito
Todos tenemos un inmenso potencial interior relacionado con talentos, habilidades y capacidades, así como con sentimientos y estados profundos del ser, que son posibilidades latentes en nuestro interior. Nuestro objetivo es realizar y expresar cada vez más este potencial, que es un proceso que tiene lugar a través de las interacciones y experiencias que vivimos. Especialmente aquellas que nos motivan e inspiran y a las que queremos dedicarnos y expandirnos en la vida.
Todas ellas representan los medios por los que podemos facilitar esta expresión. Cuando ocurre, nos sentimos motivados, vivos, llenos de energía y, sin duda, más realizados y felices. Pero por distintas razones podemos limitarla, provocando una ruptura entre nuestra vida y esta necesidad interior.
Nuestra motivación subyacente siempre ha sido evitar el sufrimiento para facilitar esta expresión y poder experimentar muchos momentos de felicidad, intentando superar todo lo que pudiera impedirnos experimentarla. Hasta cierto punto lo hemos conseguido. Hemos conseguido eliminar y reducir muchas fuentes de sufrimiento. Hemos encontrado formas de satisfacer la mayoría de nuestras necesidades y hemos mejorado las condiciones en las que vivimos. Pero si alcanzáramos un alto nivel de calidad de vida, ¿seríamos necesariamente más felices y nos sentiríamos más realizados?
Posiblemente la respuesta sería no, porque además de la calidad que podemos experimentar, necesitamos sentir que estamos viviendo una vida que tiene sentido y que nos permite experimentar diferentes momentos de felicidad como resultado.
La ilusión de la felicidad: más allá del materialismo
Cuando nos hacemos adultos, de una forma u otra nos vemos obligados a estructurar nuestras vidas. Trabajamos, asumimos distintos papeles, adquirimos propiedades, vivimos en pareja, formamos una familia y asumimos distintas responsabilidades, obligaciones y compromisos.
Fortalecemos nuestro ego aprendiendo a definirnos por atributos y logros externos y por el reconocimiento y los elogios que recibimos. Seguramente, a lo largo de este camino hemos experimentado algunas decepciones, conflictos, diferentes problemas y, junto con ellos, miedos, inseguridades, incertidumbres, momentos de estrés y algunas enfermedades y desequilibrios. Todo ello nos ha llevado al desánimo, a la incredulidad o a un vacío interior, un vacío de ser, que es algo que afecta hoy a millones de seres humanos.
Al mismo tiempo, como somos sistemas abiertos, recibimos todo tipo de retroalimentación, estímulos e influencias que pueden llevarnos a realizar posibilidades más amplias para nuestras vidas. Esto ha ocurrido leyendo un libro, escuchando a alguien compartir conceptos importantes o participando en un grupo o evento. Estos momentos fueron oportunidades que nos apoyaron y nos permitieron hacer nuevas elecciones, adquirir nuevos conocimientos, tomar otras decisiones o darnos cuenta de posibilidades relacionadas con la expresión de nuestro potencial.
El viaje del autodescubrimiento: descubrir la esencia
Quizás permitiéndonos experimentar algo más profundo sobre nosotros mismos en determinados momentos. Esto puede haber ocurrido a través de un entorno especial en el que nos encontrábamos, un encuentro conmovedor o un instante de ternura o amor. Sea cual sea la razón -y a veces no hay ninguna razón aparente-, fuimos llevados a ver las cosas de otra manera y desde otras perspectivas.
En esos momentos nos sentimos más conscientes. Menos perdidos en nuestros pensamientos o centrados en la búsqueda de algo exterior. Experimentamos una conexión más profunda con nosotros mismos y con los demás porque nos sentimos más vivos y centrados. Y como tomamos conciencia de lo que despertaba nuestro interés, nos resulta más fácil percibir algo relacionado con nuestro propósito personal, lo que nos permite canalizar la energía hacia nuestra evolución consciente.
¿Cómo podemos realizar este propósito?
Centrándonos en las cualidades únicas que nos describen, observando las formas en que nos gusta vivirlas y expresarlas. Darnos cuenta de lo que nos gusta hacer. Lo que nos hace más felices. Lo que anhelamos vivir y llegar a ser o lo que realmente queremos dar o proporcionar a los demás. Son reflexiones que pueden conducirnos a una percepción más clara de nuestro propósito.
Al ser conscientes de los límites de la vida, no podemos ocultarnos ni omitirnos. Un ser humano que rehúye este proceso de autoexpresión y de vivir efectivamente su propósito personal está rehuyendo la oportunidad de llegar a ser verdaderamente humano. Por eso, todo el tiempo, de una forma u otra, la vida nos anima a vivir continuamente la aventura de crearnos y revelarnos.
El impacto de la finalidad: contribuir a un mundo mejor
Un propósito no es un objetivo. Un objetivo es algo que se puede conseguir. Un propósito nunca se alcanza. Un propósito es una dirección o un norte personal. No importa lo lejos que caminemos hacia él, el camino siempre continúa. Al igual que las direcciones, nuestro propósito nos permite definir hacia dónde dirigirnos en nuestro viaje vital.
Sin un propósito claro estamos a merced de los cambios del mundo exterior. Es como estar en un barco sin timón en medio del océano: perdidos y sin control. Nuestro propósito no es algo que tengamos que inventar, sino algo que descubrimos. Es algo que ya existe, seamos conscientes de ello o no. Y cuando nos demos cuenta, veremos que «lo sabíamos» desde el principio.
A partir de ahí, nuestra atención debe centrarse en identificar cada vez más claramente lo que tenemos que hacer para vivirla, junto con lo que tenemos que cambiar y superar en nuestra vida para hacerlo, lo que nos convertirá cada vez más en protagonistas de nuestra propia vida.
Nuestro mundo actual está cambiando mucho. Sin duda, cada vez será más necesario vivir de forma más consciente, al menos por parte de un gran número de seres humanos, siendo capaces de cuidar de sí mismos, de su propio cuerpo y salud y de la calidad de su propia energía.
Con el compromiso de que sus acciones estén en consonancia con sus propias intenciones, inspiradas por una percepción más amplia del proceso de la vida y viviendo esencialmente su propósito personal.
Está en nuestra mano fomentar y ejemplificar nuevas actitudes dentro de los grupos a los que pertenecemos, ya sean nuestros lugares de trabajo, comunidades o nuestras familias, desarrollando formas de pensar y actuar cada vez más verdaderas y conscientes.